lunes, 24 de junio de 2013

Quebrantahuesos Gran Fondo 2013: Oliendo las flores

A pesar de que pensábamos que iba a ser complicado, esta vez llegamos a tiempo a recoger los dorsales. Aparco a las afueras y me acerco trotando a la feria del corredor mientras la familia me espera. Llegando me encuentro un coche con supuestamente bomberos de Granada que han decidido venir a la QH supuestamente con coche público, hasta le han puesto el portabicis; espero que haya alguna explicación para ello, pero me deja pensando que así va España... luego seguro que se quejarán de Bárcenas, típicas pintadas de bomberos "quemados" por falta de servicios, etc. Así vamos.

Bomberos de Granada a Sabiñánigo, a la QH ¿por ocio? en coche público. ¿Alguna explicación?

Después del Ironman cualquier cosa se toma con mucha calma y paz, y más cuando sabes que después no tienes que correr, así que me levanto el sábado a las 5.00 de la mañana más tranquilo de lo habitual. Todos bajamos a desayunar a las 5 y poco (me han acompañado Lucía y mi suegro, éste último gran follower, que ya se vino también el año pasado a verme al tri de Buelna a más de 2000 kms de su casa, que grande, un abrazo Montoya!!).... lo de siempre, salón de desayunos lleno de deportistas, piernas depiladas,  bronceadas (con cortes de moreno, como debe ser, que hay mucho friki por ahí que solo le falta salir en pelotas para no llevar ese corte, y lo curioso es que esos llaman friki a otros por otras cosas, en fin, mucho figura suelto... ), olor a radiosalil, risas nerviosas, etc. Todos los deportistas concentrados en lo suyo e intercambiando pocas palabras... las caras de las fieles santas son un poema, pero ya nos conocen. Madrugan por nosotros y encima parece que estamos cabreados con ellas. Esto da para escribir una entrada entera, pero no toca.

Cogemos el coche, hace un frío de pelotas, llevo maillot corto, manguitos y chubasquero, lo llevo todo, así que salimos hacia meta yo en bici, y Dusi y Lucía andando... voy tiritando, ¡¡¡¡¡ truenos y centellas :) !!!!, se me han olvidado los guantes, esto no me mola sobre todo por tema caídas, y de repente me acuerdo que llevo en el coche unos de cuero que uso para montar a caballo, así que vuelvo al coche al por ellos, me los pongo y parece que valen, y me pego los 200 kms de la ruta con ellos. Los pliegues y costuras están diseñados para coger la rienda, no para el manillar, y me van rozando hasta que me llegan a hacer ampollas, pero en peores nos hemos visto.

Bici de ruta preparada para la acción.

Llamo a Manu (no el de Aguaverde, sino un compañero de trabajo de Fonsito) y Anrock, dos grandes fenómenos que han venido también a la ruta. Una pena que a última hora se cayeran Migueliño y Fonsito por diferentes razones muy justificadas. Por fin los localizo adelantando al pelotón por la acera. Pelotón fuera de su estado natural, en extraño reposo. Acostumbrado yo a las salidas de triatlón a orillas de mar y pantanos, se nota mucho que no toca agua ahora, los nervios son un cuarto de los que se viven en un tri. Es increíble lo que hace la cabeza cuando sabe que vas a enfrentarte a un medio no natural, y eso que el 99 % de la gente que se enfrenta a un tri ( y más aún en media y larga distancia) sabe de lo que va el "nadar en aguas abiertas". Estamos esperando entre risas y tiritonas. Suena la pistola o el cohete. Habitualmente esto es un pelotazo de adrenalina, esto es un "salir como un miura", esto es un "lanzarte al agua como si no hubiera mañana", esto es un "llevarte guantazos por todos lados"... pero hoy no... hoy es tranquilidad absoluta. El pelotón no nos movemos. Impasible. Debemos estar muy atrás. Somos una serpiente de 12 000 deportistas, pero de las que están tumbadas al asfalto, aunque calor no haga mucho. Pasan y pasan los minutos y ni se inmuta. Al final tras veinte minutos se empieza a oir crac, crac, crac, crac, crac, crac, crac, crac, .... Decenas, cientos, miles de pedales automáticos acoplándose a las máquinas. Como me gusta este sonido. Muchos pensarán que es una tontería. Yo desde muy pequeño, cuando no era más que un cadete, lo tengo metido en el cerebro y lo asocio a hacer-algo-que-me-gusta-mucho (otro día os contaré otro ruido que también me pone que es el de las ruedas lenticulares sobre el asfalto y contra el viento, que también me dejó marcado cuando de pequeño vi con mi tío José Manuel, gran ciclista que me inició en esto de la bici, y Mila y primos Carmen y Manolo una contrarreloj de una vuelta ciclista local, corría Indurain por aquellos entonces; aquel día, por si no estaba yo lo suficientemente feliz de haber visto a mis ídolos, además me acabarían invitando a comer en un restaurante que recuerdo tipo hamburguesería americana, que en aquellos entonces no era ni mucho menos común). En fin, que me descentro, parece que comenzamos a movernos. No, suelta pedal que paramos. Arrancamos de nuevo. No, suelta que se para. Tira que arranca. Cachondeo. Por delante nada más y nada menos que más de 200 kilómetros y 3 puertos de alta montaña pirenaica. Esto se mueve por fin. Nos vamos.

Numerosísima salida


Primeros kilómetros como siempre a encontrar tu hueco en carrera. Grupeta que se forma, grupeta que se rompe. Vagón que crees que coger. Vagón que pierdes sin darte cuenta. Latigazos en alguna rotonda. A beber que ya llevamos algunos kilómetros. Medias de velocidad altas. Me quito estrés  y me dejo llevar unos kilómetros, los compis van delante y me limito a seguirlos. Mis amigos van muy bien, el día va aclarando y nos quedan muchas horas (serían 9) de puro disfrute. Que bien pinta esto, con todas las dudas que me quedaron post-LZ con mi todavía maltrecha rodilla. Mandamientos del mister, manténte alejado de estímulos externos, pero a veces la carne de gallina es difícil de evitar. Además me gusta. Soy un mero observador y voy varios minutos buscando nuestro sitio; de repente veo que me gusta una grupeta, que va delante, pero se nos va yendo, así que aviso a los chicos, tiro pegando un arreón sostenido, aquí sí que se nota el entrenamiento de tri, y nos enganchamos. Parece que hemos acertado y la grupeta va bien. Por ahí seguiríamos, oliendo las flores, más o menos varios kilómetros hasta llegar a la base del primer puerto del día, Somport, que llega hasta la estación de ski de Candanchú y en cuya cima marca la frontera entre España y Francia. 

Bueno, pues toca subir a por Somport. Justo antes de empezar a subir cruzamos un túnel y mis gafas deciden no seguir conmigo y descansar por estos parajes... barajo en un microsegundo si paro y la lío o primo seguridad y sigo, y muy acertadamente decido seguir a costa de las gafas, que por otro lado llevo meses mirando unas oakley o similares pero necesitaba un último empujón que me lo ha traído el destino :) En fin, puerto de 19 kilómetros en los mapas y perfiles, pero complicados serán los últimos 7-8. Lo subimos todos con mucha solvencia y muy tranquilos. Yo como siempre, de menos a más, bueno, en realidad de igual a igual según dicen los w, pero de menos a más en comparación con la gente que aún no ha encontrado el truco. Siempre me pasa lo mismo (y de hecho así sucedería en todos los puertos del dia) y además me encanta. Durante los primeros kilómetros me quedo el último, sin pasarme de ritmos de potencia y luego voy adelantando como un bestia a los mismos ritmos. Corono con Manu, que bien va el tío hoy, que alegre estoy por él, me aguanta el ritmo y ni tose, y eso que en algunos kilometrillos de subida me he venido un poco arriba y le he zurrado un poco pasado, y Jesús (amiguete de Anrock, junto al otro amiguete Javi, grandes descubrimientos, estas cosas que tiene el ciclismo que te acerca mucho a grandes personas). Nos paramos arriba a esperar, pero tengo que esperar muy poco; luego comemos, olemos las flores, chubasquero-cortavientos, volvemos a disfrutar de oler las flores, y 40 kms de bajada.

Arriba esperando a los compis.

Bajamos todos muy tranquilos. Qué reconfortante saber que todos los compañeros arriba han reconocido tener respeto por la bajada y saber que hay madurez en todos los integrantes. Extremamos precauciones. Además no estamos compitiendo. Queremos oler las flores. Voy disfrutando, tranquilo, pedaleando para desentumecer, admirando paisaje, controlando a los compis, oliendo las flores, bebiendo, trazando recorridos óptimos... una sirena me saca de mi mundo y no precisamente de las marinas.... viene por atrás un policía o algo, ...no, parece que me voy acercando hacia ello. En un segundo salgo de mi submundo y me pongo alerta. Sí, parece que la ambulancia está parada delante. Mal asunto. Hay un compañero tumbado con collarín o algo puesto en el cuello, y todo el asfalto lleno de sangre demasiado espesa. No quiero mirar demasiado. Adelanto. Qué mal cuerpo se nos ha quedado a todos. Hay que desconectar y seguir, seguir extremando precauciones. No sólo por nosotros. Reflexiono que todos llevamos mucho "pasivo" en el "balance" de nuestra "mochila".

Enlazando entre puertos.


Seguimos pedaleando. Preciosa la parte francesa, yo soy bastante patriota pero hay que reconocer que su parte pirenaica es más bonita que la nuestra, al menos la que discurre por la cicloturista. Pueblos con su propia idiosincrasia, ordenados, limpios, hasta el agua tiene otro color más turquesa... En todo esto llegamos al Col de Marie Blanque, 9 kms. Anrock ya me avisa de que tiene kilómetros duros. De nuevo empiezo tranqui hasta que cojo ritmo. Empiezo de nuevo a adelantar. Me lo paso como un enano. He montado hoy excepcionalmente un 28 y me permite subir muy sobrado. Voy jugando con el 23-25 de pie y descanso con el 28 sentado. Las sensaciones son espectaculares, aunque la arena donde estamos toreando es dura. Voy viendo medias de 10.9%,  y 11.6% por kilómetro y cuando creo que ya está lo duro hecho me embisto con  el cartel de 2 kms a cima con pendiente del 12% media que me toca moralmente. Bueno, siempre me queda el 28 de pie, pienso... Al final llego arriba sin bajar ritmo, y directo al avituallamiento a esperar a los compis. Van llegando y vamos oliendo las flores. Se han parado justo en la cima a echarse una foto. Qué bueno y que envidia. Olemos más flores y para abajo.

Llegando al avituallamiento tras coronar Marie Blanque.




Más pueblos franceses y a por el Portalet, típica subida de tele que he visto echándome la siesta en verano con mi padre, con los túneles medio al aire y las caídas de agua a la orilla del tunel. Comenzamos a subir. Primer cartel de kilómetros a cima que pondrá... tan-chan.... tan-chan ... tan-chan... 27 kilómetros a cima (en realidad son 29 pero las dos primeras no las he visto)... como nos lo vamos a pasar. Como siempre empiezo tranquilo y cojo ritmo crucero. Voy cruzándome con los compis y de repente llego a Anrocknio....... PERO-QUÉ-TÍO-MÁS-GRANDEEEE!!!! Va grabando vídeos con el móvil !!! (ver vídeo arriba cortesía de Anrock) .... jajajajajaja.... Va disfrutando y yo también, pero su espíritu me contagia. Olemos las flores. Me descojo. Es mi puto ídolo, jugando con el móvil a mitad de una subida de 27 kilómetros (si saco la vista de Anrock, la gente alrededor va ahogada). Volvemos a oler las flores. Tiro un poco para arriba pero yo creo que no me llega a perder la vista. Poco a poco van pasando los kilómetros. Hay nieve. Hay público. Voy sonriendo. La gente espectadora es muy empática. A pesar de ir sufriendo debe ser tal mi cara de felicidad que la gente me dice constantemente "Allez Pablo", "Vamos Pablo", "Pablo, dale". Tal es así que voy tirando de un vagoncete de ciclistas y me preguntan irónicamente que de donde cojones he sacado tanta familia y por qué me animan tanto :) . Al final de la subida hay gente disfrazada, con tiendas de campaña, tambaliches y fiambrera al más puro estilo Le Tour de France. Te sientes un puto pro. Entre todas estas llegamos arriba y a oler las flores. Esperamos a Manu y me empiezo a preocupar. Llevamos muchos minutos esperando... finalmente le mando un whatsapp y decidimos bajar, nos estamos quedando muy fríos e incluso está pegando un bajón que capeamos con unos sandwiches a los que me invita Anrock en el avituallamiento.
  


En el avituallamiento del Portalet, esperando a Manu y comiendo un sandwich de jamón york y queso que sabía a gloria.


Quedan unos 60 kilómetros, con una subida de un par de kilómetros, el puerto de la Hoz de Jaca. Justo en la base del puerto se me mete una avispa al maillot y me pica en la espalda, pierdo al grupo con todo el jaleo, y me tengo que pegar un buen calentón para pillarlos de nuevo. Finalmente lo consigo y subimos bastante bien con todas las horas que llevamos en las patas. Muy gracioso espectador caracterizado de el hombre del mazo a mitad de este puerto, vestido mazo en mano y pidiéndole a la gente que va ya mareada nombres, números de DNIs, etc. Al subir cogemos agua, una niña pequeña muy salada nos ofrece muy simpáticamente llenarnos la "cantimplora",  olemos las flores y otra vez para abajo.

En los últimos 20 kilómetros Anrock sabe leer ahora la carrera y coge una grupeta con unos chavales catalanes que van dando relevos y nos llevan hasta la misma bandera de meta a todo cimbel, cosa que se agradece aunque algún latigazo nos comimos, pero fue bien digerido.

Cruzando a meta con alegría.

Entro en meta chocando la mano con Anrock, un partner hoy superclase. 7:57 montado en la bici y 9:10 con todas las esperas.  Por supuesto no me olvido de Manu, Jesús, Javi, otros grandes. Hoy no había competiciones, hoy no había ritmos del infierno, hoy no había cronómetros, hoy no había W medios, hoy no había velocidades medias... Y COMO LO HE DISFRUTADO.... OLIENDO LAS FLORES.....

  


El domingo a celebrar con un trekking por los pirineos con la familia el día vivido el sábado, que ayuda a soltar las piernas y a desconectar la mente, muy necesario con el ritmo de competiciones exigentes que llevo.  Os cuento pronto la próxima.